miércoles, 2 de diciembre de 2009

La barda de otoño

Creo que el volar no es tu problema, si no tu salvación. Tú no vuelas para ser libre, lo haces para soñar despierta. Para despegar de la realidad, dejando de tener los pies en el suelo pero cerciorándote de no alejarte mucho de la costa.
El problema no eres tú, querida barda, es tu sol, que calienta muy poco y por eso tienes que volar tan alto, para sentir una pizca de su calor.
Tú no eres Ícaro, eres su antítesis. Su némesis me atrevería a decir.
Pero si hay algo que recalco de tu respuesta es tu conformismo, que no victimismo. No te conformes “por ahora”, barda. Ni por ahora ni por siempre. ¡Coño! Esas alas que se regeneran no las utilices para escapar de este mundo opresor y descarnado. Míralas y tómalas cómo lo que son: el símbolo de tu fuerza. Podrías huir y recorrer los cielos, pero te quedas y luchas. No te conformes con la felicidad de ahora, si sabes que puede haber más, ve a por ella.
¿Romántico? ¿Soñador? Mis ojos muestran una realidad diferente. Una en que los espejos te llevan a Marvilia y donde algunas princesas necesitan ser salvadas. Algunas, como tú, incluso de sí mismas.
Eres frágil y descarada, barda. Pero creo que las cicatrices que buscas no las encontrarás mirándote a un espejo, si no frente a un folio en blanco. Tú eres tu mayor enemiga, y contigo no sirven las pócimas de fuerza que creaste de las lágrimas derramadas.
Creo en el amor más que en cualquier dios. Y tú, quizás por que te la vida te ha obligado, crees en lo que ves; en lo sensible. Y eso es triste. Porque volar si no tienes rumbo es perderse.
Si ninguna chica de más de 18 entiende lo que escribí es porque el invierno no perdona y es capaz de helar hasta al más cándido corazón. En los 16 aún estamos en la primavera. Y es que, barda mía, el amor no es cosa de edad, si no de estaciones. De estados y formas de entender esta vida.
Soy un empírico, así que no creas que predico sin haber experimentado. Estuve hace mucho al borde del abismo, justo dónde tú te encuentras, ese sitio lleno de resignación y que crea altas y sólidas murallas formadas por tus malas experiencias. ¿Por qué salí de él? Porque, como tú, sé lo que es el paraíso, y vale la pena luchar por él.
Cuando estás al borde del precipicio, la única salida es dar un paso atrás. No tengas miedo de volver a la primavera.
Sabes, siempre he creído que lo nunca empieza, nunca termina. Y no lo digo como defensa, sino como lema de que todo puede ser infinito. Incluso el amor. Pero tú has terminado tu cuento de hadas antes siquiera de haberlo empezado. Pero no te culpo a ti. Ya lo he dicho, el verdadero culpable es tu sol, que no calienta lo suficiente.
Y hoy más que nunca creo que se puede morir de amor, porque, querida barda, tú estás muerta en vida.

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