miércoles, 20 de enero de 2010

¡Que viene el polaco!

¿Os acordáis del cuento ese en que la oveja avisa a sus hermanas una y otra vez diciendo “que viene el lobo, que viene el lobo”? Pues esto es básicamente lo mismo.
Y es que hay que quitarse el sombrero ante la Oficina de Turismo de Polonia en Francia. Os explico. En el referéndum sobre la Constitución Europea los franceses votaron mayoritariamente: NO. Fue una decisión correcta por motivos equivocados, lo cual es siempre mejor que una decisión incorrecta por motivos acertados.
Entre los motivos que se alegaron para votar NO, uno de los más famosos era que se trataba de una Constitución liberal que adoptaba la llamada Directiva Bolkestein, que más o menos es esto:
"Sabido es que ésta, en su designio de permitir una liberalización de los servicios, propone que las empresas pueden acogerse a la legislación de los países en que se hallan jurídicamente emplazadas, y ello aun cuando operen en otros Estados miembros de la Unión. Son muchos los expertos que consideran que, de cobrar cuerpo, semejante fórmula será un poderoso estímulo para el "dumping" social."
Dumping ya que, según algunos, permitiría a trabajadores, prestar servicios en otros Estados miembros respetando las normas sociales y laborales del país del que son originarios. En definitiva, un empresario polaco podría instalar una fábrica en Francia, traer a miles de trabajadores polacos y pagarles acorde al nivel salarial de Polonia.
Es decir que en lugar de decir "¡que viene el lobo!" ahora se ha de gritar "¡qué viene el Polaco!", a currar por cuatro duros y dejarnos a todos en el paro.





Que peligro que tiene el Polaco ¿eh? A estos demagogos-xenófobos que además van de virtuosos por la vida se les olvidó comentar que el polaco del que avisan es además un pedazo de Tarzán que seguro que además de dejarnos en paro se beneficia a nuestra novia. Y a meter más miedo a los ciudadanos. Anda que si hubiese pasado esto en nuestro país, me da a mi que Darek no tiene España suficiente para correr.
Pero la demagogia no había sido mucho mayor que la que emplearon al explicar en que consistía la Directiva Bolkestein.
En realidad ésta sólo se dirige a trabajadores independientes, no a trabajadores asalariados, cuyo régimen está regulado por otra directiva que establece con una claridad meridiana que los trabajadores asalariados que trabajen en otro Estado miembro en el marco de la prestación de servicios estarán sometidos a las condiciones salariales del país de destino. En segundo lugar, el principio del país de origen solo se aplica a las prestaciones de servicios temporales no a los prestatarios de servicios que desean instalarse en permanencia en otro Estado miembro. En caso de instalación permanente, el prestatario de servicios estaría sujeto a las normas del país de destino.
Por tanto ¿donde está el riesgo de “dumping social”? Como se ha demostrado, el ámbito de aplicación de dicho principio es de por sí muy limitado (solo se aplica a prestaciones de servicio temporales, no al establecimiento permanente en otro Estado miembro) y dicho riesgo es por lo tanto un puro espejismo.
Teniendo en cuenta que dos tercios del empleo en Europa lo son en el sector servicios y que el mercado único a la hora de intercambiar mercancías ha funcionado muy bien pero no tanto el de intercambio de servicios, pues bienvenida la legislación que ayude a remediar ese déficit.
Pero supongo que es demasiado pedir a los globófobos regulares un análisis objetivo del texto sin pasar todo por el prisma distorsionador de sus prejuicios ideológicos.
Ahora los cachondos de los polacos han decidido que la mejor manera de atraer turistas franceses a Polonia es con el reclamo de ese fontanero, sueño dorado de cualquier ama de casa.


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